Mujeres en el vórtice de Angerona

Por Miguel Terry Valdespino

Durante la próxima Feria Internacional del Libro, los cubanos, y artemiseños en especial, tendrán la oportunidad de poder adquirir el título Úrsula Lambert…la singular haitiana del cafetal Angerona, de la autora Berta Martínez Páez y con el sello de Ediciones Boloña de la Oficina del Historiador de la Ciudad, un enjundioso acercamiento a un sitio y unos personajes fundamentales en la historia de la provincia artemiseña, motivo de diversos ensayos, investigaciones, crónicas, largometrajes, documentales, trabajos periodísticos…y de no pocos mitos y tergiversaciones.

Quizás a Berta Martínez Páez le pesen ya los años en el cuerpo, pero no en la memoria. Sentarse a conversar con ella es abrirse a un sinfín de caminos, los de la Historia grande, para la cual nunca faltan los libros y los espacios protagónicos, y los de la ¨pequeña¨ o la microhistoria, a veces tan grande como la otra, pero muchas veces ninguneada y mal estudiada como nadie puede imaginar.

En este sentido evoca con entusiasmo y convencimiento las palabras de Miguel de Unamuno, el brillante escritor español: ¨No existe la Historia, sino las Historias¨. De ahí su absoluta devoción por revelar, no solo las interioridades del fabuloso imperio cafetalero del siglo XIX criollo, sino otras páginas extraordinarias de la vida artemiseña, las cuales, por desgracia, siguen durmiendo ¨en las oscuras manos del olvido¨, para decirlo como el poeta Eliseo Diego.

Berta no ha perdido tiempo en su vida: ha sido profesora de piano, solfeo y teoría, contadora y economista y, por supuesto, investigadora. En 1982 comenzó sus indagaciones en torno a la fundación y desarrollo del cafetal Angerona y, como siempre se ha preciado de ser una mujer muy exigente consigo misma, decidió que sus investigaciones en torno a tan importante espacio estarían marcadas por una rigurosidad absoluta.

El título a presentarse en la Feria de la Cabaña, y esperamos en Artemisa también, hablará por sí solo respecto a la labor tan exigente de Berta a la hora de componer las cuartillas de este texto tan necesario para estudiosos como novicios. No olvidemos que esta mujer, a golpe de esfuerzo propio, llegó a ser subdirectora de economía en el central Eduardo García Lavandero y a conocer hasta los más mínimos secretos de la caña y los entuertos de la zafra azucarera.

Confiesa que fue una verdadera odisea acceder a los Archivos Parroquiales, pero allí comenzó a conocer algunos detalles de Angerona, del cual escuchó hablar por primera vez en 1959, cuando toda la fama del glorioso cafetal parecía haber quedado sepulta bajo las cenizas implacables del tiempo y la desmemoria. Después la investigación se completaría con el acceso a fuentes como el Archivo Nacional y el Archivo Histórico de Pinar del Río.

El acopio de información fue creciendo hasta madurar en el libro que, apenas dentro de un mes, los lectores tendrán en sus manos. Pero Berta sigue llena de interrogantes y de algunas incomodidades respecto a algunos tratamientos erróneos dados al cafetal y, sobre todo, a dos míticos personajes que lo comandaron en una etapa de altísimo fervor productivo, la haitiana Úrsula y el alemán Cornelio Sauchay, autores de un romance ampliamente divulgado en un filme como Roble de olor, dirigido por Rigoberto López y con guión de Leonardo Padura.

¨En esa película, como en el artículo El romance de Angerona, también de Padura –asegura Berta-, se dice que Úrsula era esclava. No es cierto. Nunca lo fue. Cuando llegó de Haití, ya era una persona libre. Debe haber nacido en 1794 o algún tiempo después, y conocido a Cornelio en 1815 en La Habana, cuando ella vivía en la calle Cuba. ¨

¨Padura dice que es Úrsula quien pide a Cornelio comprar las tierras para el cafetal. No es así –agrega la ensayista-. Úrsula era entonces una adolescente. Cornelio, en cambio, sí era rico y un hombre experimentado en los negocios. Son algunas de las malinterpretaciones respecto al caso, pero existen otras. Tampoco fue un Paraíso perfecto¨.

Y continúa contando: ¨Es verdad que hasta hubo en Angerona un hospital con cristales en colores para atender a los esclavos, pero también se colocaron cepos para hombres y mujeres y una torre de castigo. Yo, en realidad, llegué a idealizarlo, pero tuve que poner los pies en la tierra y contar la realidad tal como fue. Una vez me dijeron: ¨No hay nada más que escribir acerca de Angerona¨. Falso. Quedaba muchísimo¨.

A escasos días del lanzamiento de su libro en la calle Tacón, Berta Martínez Páez se duele de que hoy existan muchos coterráneos suyos que desconozcan por completo los fabulosos sucesos del cafetal Angerona, así como deplora los anacronismos del siglo XX – como el tendido de cables eléctricos a la vista-, presentes ahora en este monumento, donde dos siglos atrás brilló el más poderoso cafetal de la región y el más refulgente de toda la Isla.

¨Úrsula murió rica en 1860, en La Habana, con cerca de veinte esclavos y sobrevivió 18 años a su esposo Cornelio. Por entonces tenía cerca de 70 años. Fue una mujer inteligente, tocaba la flauta, era enérgica y suave a la vez, y resultó ser parte imprescindible de un imperio que lo era todo cuando Artemisa no era nada¨, dice Berta, investigadora y ciudadana comprometida hasta los tuétanos con la Historia de su querida Artemisa.

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