ArTV: punzante en la Feria

Por Miguel Terry Valdespino

En un espacio tan descomunal como la Feria del Libro en San Carlos de la Cabaña, donde se mezclan ventas de toda clase, incluyendo las gastronómicas, con miles de seres humanos de todas las edades y a veces de diversas naciones, es muy fácil ser anónimo, pasar inadvertido, con más penas que glorias en el andar por ese espacio marino tan hermoso.

Sucede casi siempre con los llamados ¨escritores de provincia¨, con escritores desconocidos (sean de ¨provincias¨ o capitalinos) y hasta con escritores de hondo prestigio literario que, al no tener demasiado perfil mediático, pasan por el lado de los lectores, sin que estos sepan jamás dónde radica la importancia de este hombre calvo, o aquel achinado, o aquella mujer medio taciturna.

Por eso, para librarnos un poco de esa invisibilidad tan perniciosa en San Carlos de la Cabaña, estuvo presente ArTV, defendida por la mano y el talento de dos de sus jóvenes creadores, el periodista Jaime Masó y el camarógrafo Leslie Líster, quienes llevaron a la pantalla casera diversas y valiosas opiniones de los escritores artemiseños presentes en el lanzamiento de varias de las obras del sello editorial Unicornio, entre ellos la investigadora Berta Martínez Páez, la poetisa Lina de Feria y el redactor de estas líneas.

No escribo ya nada acerca de la televisión. En otro tiempo lo hice con cierta frecuencia, pero confieso que el llamado ¨mago con la cara de vidrio¨, además de aburrirme espantosamente, estimula demasiado poco mis ya cincuentenarias neuronas. ¿Tiene la culpa la TV del patio? ¿La tengo yo? No sé. Tal vez, como en la canción del dúo Buena Fe, “la culpa no la tiene nadie¨.

Pero reconozco, sin dudas, que ArTV cuenta hoy con varios realizadores jóvenes, ya con el suficiente talento, disposición y lucidez, para darle a la cultura y sus cultores en la provincia de Artemisa el espacio merecido y muy bien ganado por estos, pues el silenciamiento de los medios nacionales de difusión masiva respecto a nuestros escritores no implica precisamente falta de calidad, descuido y mediocridad escritural de los autores de la provincia, sino soberano olvido por parte de quienes prefieren empuñar verbos y cámaras hacia rostros ampliamente conocidos y reconocidos, en vez de apostar por el misterio de lo ignoto.

Yo, conocedor de las propuestas literarias de la mayoría de nuestros ¨autores de provincia¨ a lo largo de varias décadas, puedo afirmar que, en muchas ocasiones, estas superan con creces a las de ciertas figuras ya ¨consagradas¨, a las que uno nunca sabe a derechas si reconocen más por su edad y persistencia que por su talento.

Pero no solo se trata de escritores. Basta mirar también la cara de las últimas ediciones del sello editorial Unicornio, impregnadas de un nuevo aliento gracias al aporte de la joven diseñadora Mayví del Toro, y veremos cómo Artemisa ha crecido a pasos agigantados a la hora de darle un rostro fresco y contemporáneo a cada uno de sus libros.

Mientras, una cifra considerable de editoriales del archipiélago aún duerme el sueño de los justos en cuanto a vestirse con un perfil realmente novedoso en los diseños de cubierta y los interiores de cada obra.

A diferencia de muchas otras ocasiones, en esta cita literaria de tanta magnitud ArTV sí estuvo presente, no con el periodista de ocasión y desgano que a veces asoma su oreja peluda por los espacios culturales y pregunta a los protagonistas de un evento cualquier barrabasada.

No. Esta vez los escritores artemiseños, perdidos en medio de esa inmensa marea humana que invade todos los predios de la fortaleza San Carlos de la Cabaña y donde resulta muy fácil ser anodino, encontraron en la televisión de su tierra un espacio inteligente, capaz de dignificar la obra y el autor y de ponerlo a conversar con los lectores-televidentes más variopintos.

LAUDISTA EN TONO MAYOR

erdwin vichotPor Miguel Terry Valdespino La música es la más bella forma de lo bello. José Martí. No exhibe ni un auto lujoso ni oropeles ni gangarrias de ninguna clase. Ni falta que le hace, hubiera dicho el escritor español Menéndez Pelayo. A plena medianoche, y a veces después de pasadas las 12, se le puede ver en una esquina de Bauta con su laúd colgado de un hombro y en espera de algún milagroso transporte con rumbo a Corralillo, el pueblo donde ha residido siempre y al que ama entrañablemente. Quizás por tenerlo demasiado cerca, por la facilidad para detenerlo y conversar con él como uno más de este mundo, sin guardaespaldas ni ¨representantes¨ bufonescos mediante, pocos imaginan que Erdwin Vichot Blanco, Presidente de la Asociación de Música de la UNEAC en Artemisa, es una cátedra de su instrumento, un virtuoso al que en una ocasión llamaron El Jimmy Hendrix del laúd, capaz de enfrentar cualquier clase de escenario, grande o pequeño, y de dejar su impronta en la nada despreciable cifra de 44 discos, grabados dentro y fuera de Cuba junto a artistas de respetable talla. Vichot, encasillado erróneamente como un ¨representante de la música campesina¨ o como ¨el guajirito que toca en el programa Palmas y Cañas¨, que para el caso no hace mucha diferencia, rebasa con sus acordes, su estudio permanente y su inteligencia esta chata clasificación doblemente errónea, porque no solo la música campesina desvela y reconoce el talento de Vichot, y porque el laúd no es, nunca lo fue, un instrumento de origen campesino.    Sigue leyendo

¡Oh, Benny!

Por Miguel Terry Valdespino

A noventa y cinco años de su nacimiento (Santa Isabel de las Lajas, 25 de agosto de 1919) Bartolomé Maximiliano Moré, conocido mundialmente como Benny Moré, el más importante músico popular cubano, pasó con notas de sobresaliente lo que, sin dudas, es la mayor prueba para cualquier artista: la del tiempo.

Más de 50 años después de su muerte (19 de febrero de 1963), El Bárbaro del Ritmo, intérprete de piezas tan antológicas como ¡Oh, vida, Santa Isabel de las Lajas, Mi son Maracaibo, Rumberos de ayer, Dolor y perdón, Mi amor fugaz y Como el arrullo de palma, entre otros muchos éxitos, continúa imbatible, como si “el tiempo, el implacable, el que pasó”, para decirlo como Pablo Milanés, tuviera que rendirse sin remedio a los pies de este creador tan auténtico, sin necesidad de pasar ni un solo día en una academia de música para dominar su oficio a la perfección.

Benny trajo al mundo todas las dotes naturales que, al frente de una fabulosa orquesta jazz band cubanizada, lo llevarían a escribir, tanto dentro como fuera de Cuba, páginas imborrables, donde dejó grabadas su talento descomunal.

Benny vuelve. Siempre vuelve. En su propia voz y en la voz de otros cientos de músicos que lo siguen admirando con una fidelidad total, manteniendo completamente energizada la grandeza de su mito, que no nace de la propaganda costosa (y barata, vaya paradoja) de los dueños de los medios de difusión, sino de una explosión de autenticidad irrepetible ante la cual solo es posible caer de rodillas o callar.

Cuenta el imaginario popular que, allá por la década del 50, otro músico cubano, Rolando Laserie, decidió retar al Benny. Dicen que El Benny, sin inmutarse, respondió ante el reto de Laserie: “Elige tú que canto yo”. Por suerte para Laserie no ocurrió el encuentro.

No sé si fue real la invitación suicida de Laserie. Y tampoco me importa demasiado. Lo cierto es que retar al Benny, vivo o muerto, parece una decisión de locos. A fin de cuentas bien lo dice un productor musical, tan miserable como mezquino, que aparece en la película El Benny y admira al genio lajero con la misma fuerza con que pretende manipularlo: “Dentro de cincuenta años solo Dios estará por delante de este hombre”. Y no se equivocaba. En cuestiones de música popular en Cuba, primero Benny, siempre Benny. Después todos los demás.

El mejor espectador

Por Roberto Barceló Echemendía, alias Jutío, exrecluso, miembro del taller literario La Vergüenza Vuelve, autor de dos novelas y tres poemarios inéditos.

Tengo la conciencia limpia. Ahora podré entrar al cine y ver la película La cosa humana sin que me asalte ningún remordimiento. Y hasta podré voltear la cabeza y decirle a la rubia riquísima que tengo sentada al lado: “mami, el chama de la película soy yo mismo¨. Y la rubia va a mirar fijamente al actor de la pantalla y después tratará de verme a mí en medio de lo oscuro y, antes de que descubra que el actor y yo no somos la misma persona, voy a decirle: ¨no soy el actor, pero soy el tipo que inspiró al personaje¨. Y como no soy un tipo feo, la rubia va a escucharme el cuento completo apenas salgamos del cine. Y después de esta rubia vendrán otras y otras y otras, porque a partir del estreno de La cosa humana mi vida va a convertirse en otra cosa. En una cosa mucho mejor, por supuesto.

Hubiera sido triste, muy triste, que hubiera entrado al cine y no pudiera decirle a la rubia ni a nadie que el ladrón de la película era yo, que el tipo que zafó la ventana de casa del escritor era yo, que el tipo que cargó con la olla arrocera y la batidora era yo, que el tipo que metió en la mochila la novela inédita que estaba sobre la mesa del comedor era yo. Hubiera sido triste. Muy triste. Pero, por suerte, seis meses más tarde apareció en mi casa la teniente Shatila con cinco o seis policías y cargaron conmigo, con la olla arrocera y la batidora, aunque nunca encontraron la novela porque estaba escondida en el closet.

La teniente Shatila, que estaba tan rica como Shakira y dicen que era poetisa, encabezó el interrogatorio, pero yo le juré que de aquella novela no sabía un pito y ella seguramente creyó que el autor de la novela exageraba , como gustan exagerar todos los escritores, y la novela en verdad se había perdido, si es que se había perdido, en casa de alguna jebita o de alguna matrera que tuviera el escritor al retortero y no por obra y gracia de un delincuente que, malamente, sabía escribir su nombre, pero nunca leerse una novela de trescientas páginas.

La novela en verdad estaba buenísima y tenía un montón de escenas de sexo. Mientras más la leía, más quería leerla. Me volví un enfermo de la literatura por culpa de esa novelona. ¡Qué loco ese escritor! Y parecía un tipo serio, de la casa al gimnasio, y del gimnasio a la casa. ¡Ñinga! Debo habérmela leído cinco o seis veces antes de que por fin me esposaran y me escondieran del mundo en una celda del Combinado.

Volví a calle después de cinco años y decidí estar tranquilo por un tiempo. Todo iba perfecto, hasta que escuché en la televisión que estaban filmando una película sobre unos ladrones que se robaban una novela y después se metían a escritores. ¡Coño, esa historia me pareció conocida! Averigüé un poco más y pude conocer el nombre del guionista de la película, ¡el mismo Francisco García que vivía en la cuadra, el mismo escritor que sufrió el robo! ¡Mira que el mundo era chiquito! ¡Y mira que ese tipo tenía imaginación! ¡Logró convertir el robo en un guión de cine!…Y a mí me puso como protagonista.

Si no hubiera cumplido en el Combinado, ahora no podría decirle a la rubia: ¨mira, mima, el chama de la película soy yo mismo”. No. Hubiera tenido que guardar silencio y hubiera reventado como un globo por culpa de tragarme tantas cosas que llevaba dentro.

Aún no han encontrado la novela. Sigue escondida en el closet. Por eso cualquier día me lleno de valor y voy donde la teniente Shatila y le digo: “¡Aquí está la novela del escritor! Pido perdón por el robo. Ese hombre me ha vuelto una estrella de cine. Si usted me acepta un refresquito, le cuento un poco sobre el libro que ahora estoy escribiendo¨.

Mujeres en el vórtice de Angerona

Por Miguel Terry Valdespino

Durante la próxima Feria Internacional del Libro, los cubanos, y artemiseños en especial, tendrán la oportunidad de poder adquirir el título Úrsula Lambert…la singular haitiana del cafetal Angerona, de la autora Berta Martínez Páez y con el sello de Ediciones Boloña de la Oficina del Historiador de la Ciudad, un enjundioso acercamiento a un sitio y unos personajes fundamentales en la historia de la provincia artemiseña, motivo de diversos ensayos, investigaciones, crónicas, largometrajes, documentales, trabajos periodísticos…y de no pocos mitos y tergiversaciones.

Quizás a Berta Martínez Páez le pesen ya los años en el cuerpo, pero no en la memoria. Sentarse a conversar con ella es abrirse a un sinfín de caminos, los de la Historia grande, para la cual nunca faltan los libros y los espacios protagónicos, y los de la ¨pequeña¨ o la microhistoria, a veces tan grande como la otra, pero muchas veces ninguneada y mal estudiada como nadie puede imaginar.

En este sentido evoca con entusiasmo y convencimiento las palabras de Miguel de Unamuno, el brillante escritor español: ¨No existe la Historia, sino las Historias¨. De ahí su absoluta devoción por revelar, no solo las interioridades del fabuloso imperio cafetalero del siglo XIX criollo, sino otras páginas extraordinarias de la vida artemiseña, las cuales, por desgracia, siguen durmiendo ¨en las oscuras manos del olvido¨, para decirlo como el poeta Eliseo Diego.

Berta no ha perdido tiempo en su vida: ha sido profesora de piano, solfeo y teoría, contadora y economista y, por supuesto, investigadora. En 1982 comenzó sus indagaciones en torno a la fundación y desarrollo del cafetal Angerona y, como siempre se ha preciado de ser una mujer muy exigente consigo misma, decidió que sus investigaciones en torno a tan importante espacio estarían marcadas por una rigurosidad absoluta.

El título a presentarse en la Feria de la Cabaña, y esperamos en Artemisa también, hablará por sí solo respecto a la labor tan exigente de Berta a la hora de componer las cuartillas de este texto tan necesario para estudiosos como novicios. No olvidemos que esta mujer, a golpe de esfuerzo propio, llegó a ser subdirectora de economía en el central Eduardo García Lavandero y a conocer hasta los más mínimos secretos de la caña y los entuertos de la zafra azucarera.

Confiesa que fue una verdadera odisea acceder a los Archivos Parroquiales, pero allí comenzó a conocer algunos detalles de Angerona, del cual escuchó hablar por primera vez en 1959, cuando toda la fama del glorioso cafetal parecía haber quedado sepulta bajo las cenizas implacables del tiempo y la desmemoria. Después la investigación se completaría con el acceso a fuentes como el Archivo Nacional y el Archivo Histórico de Pinar del Río.

El acopio de información fue creciendo hasta madurar en el libro que, apenas dentro de un mes, los lectores tendrán en sus manos. Pero Berta sigue llena de interrogantes y de algunas incomodidades respecto a algunos tratamientos erróneos dados al cafetal y, sobre todo, a dos míticos personajes que lo comandaron en una etapa de altísimo fervor productivo, la haitiana Úrsula y el alemán Cornelio Sauchay, autores de un romance ampliamente divulgado en un filme como Roble de olor, dirigido por Rigoberto López y con guión de Leonardo Padura.

¨En esa película, como en el artículo El romance de Angerona, también de Padura –asegura Berta-, se dice que Úrsula era esclava. No es cierto. Nunca lo fue. Cuando llegó de Haití, ya era una persona libre. Debe haber nacido en 1794 o algún tiempo después, y conocido a Cornelio en 1815 en La Habana, cuando ella vivía en la calle Cuba. ¨

¨Padura dice que es Úrsula quien pide a Cornelio comprar las tierras para el cafetal. No es así –agrega la ensayista-. Úrsula era entonces una adolescente. Cornelio, en cambio, sí era rico y un hombre experimentado en los negocios. Son algunas de las malinterpretaciones respecto al caso, pero existen otras. Tampoco fue un Paraíso perfecto¨.

Y continúa contando: ¨Es verdad que hasta hubo en Angerona un hospital con cristales en colores para atender a los esclavos, pero también se colocaron cepos para hombres y mujeres y una torre de castigo. Yo, en realidad, llegué a idealizarlo, pero tuve que poner los pies en la tierra y contar la realidad tal como fue. Una vez me dijeron: ¨No hay nada más que escribir acerca de Angerona¨. Falso. Quedaba muchísimo¨.

A escasos días del lanzamiento de su libro en la calle Tacón, Berta Martínez Páez se duele de que hoy existan muchos coterráneos suyos que desconozcan por completo los fabulosos sucesos del cafetal Angerona, así como deplora los anacronismos del siglo XX – como el tendido de cables eléctricos a la vista-, presentes ahora en este monumento, donde dos siglos atrás brilló el más poderoso cafetal de la región y el más refulgente de toda la Isla.

¨Úrsula murió rica en 1860, en La Habana, con cerca de veinte esclavos y sobrevivió 18 años a su esposo Cornelio. Por entonces tenía cerca de 70 años. Fue una mujer inteligente, tocaba la flauta, era enérgica y suave a la vez, y resultó ser parte imprescindible de un imperio que lo era todo cuando Artemisa no era nada¨, dice Berta, investigadora y ciudadana comprometida hasta los tuétanos con la Historia de su querida Artemisa.

Entre y siéntase en su casa

Por Miguel Terry Valdespino

Las puertas de casa de Zoila Díaz Rodríguez nunca están cerradas. Tampoco las de su curiosa “paladar” El Tanque, adonde llegan artistas mayores y menores de cualquier parte del mundo a compartir un café, consumir un tamal en cazuela, algunos tragos ardientes de ron, un buen vaso de vino o un delicioso coctel de frutas y, al final de la velada, no pagar un centavo, porque para Zoila (no se cansa de repetirlo esta mujer) los artistas son sagrados, unos seres que, contrariamente a lo pensado en viejos y retardatarios tiempos, no tienen conexión con el diablo, sino con los más altos estandartes del cielo, , donde, según una respetable fuente, “ya tienen asegurado su pedacito”.

Los artistas que solemos arribar frescamente a El Tanque, a la hora que mejor nos parece, de vez en cuando le preguntamos: “Zoila, tus pérdidas con nosotros deben ser terribles¨. Pero Zoila responde como ya no responde casi nadie en este mundo: “No me interesa el dinero en absoluto, me interesan los artistas¨. Y para esta respuesta especialmente diáfana, no existe todavía ninguna contrarrespuesta…y tal vez no exista nunca.

Quizás por su condición de artesana con unas dotes asombrosas para la muñequería, le venga su vocación de servir a los artistas siempre. Pero no. Tengo la impresión de que las puertas abiertas y la generosidad de Zoila no obedecen a su talento artístico, sino a su gran corazón, al que tocan, como a una puerta lista para abrirse y dar refugio al amigo y al caminante, lo mismo el artista de primera fila, el de segunda, el de la fila final, que amigos, vecinos, locos…y trashumantes de toda laya y estirpe necesitados de mares de afecto y energía positiva

Hoy sería imposible contar cuántas grandes personalidades de la cultura cubana han pasado por los predios del tanque y cuántos han recibido allí la condición de Huésped Ilustre en medio de largas horas de frutal conversación y animado intercambio: Teófilo Stevenson y Mongo P. , a quienes la unió una amistad extraordinaria, Fina García Marruz, René de la Nuez, Pedro Pablo Rodríguez, Aracely García Carranza, Sergio y José María Vitier, Ángel Silvestre, Pedrito Calvo, Lina de Feria, Julio Acanda, Juan Quintanilla, Guillermo Rodríguez Rivera, José Miguel Sánchez (Yoss), Miguel Terrry Valdespino, Ezequiel Sánchez Silva…y otros muchos que harían esta lista sencillamente interminable.

Pero Zoila no está conforme. Como bautense de raza, sueña que alguna vez el tanque que da nombre a su curiosa paladar y símbolo inmortal de Bauta, volverá a elevarse a la entrada del pueblo, tal como estuvo desde 1946 hasta su estrepitosa caída por los embates del ciclón Charly en agosto de 2004.

En tiempos no muy lejanos intentó que ocurriera. Por esos azares de la vida cotidiana, un buen día descubrió un tanque, completamente en desuso y con muy parecidas características, sobre el techo del hospital La Dependienta, en La Habana. Entonces buscó al administrador del centro médico, le contó que el tanque era para Bauta lo mismo que el gallo para Morón, y este le dijo: “Si buscas un conduce en el gobierno de Bauta, en el que se recoja el pago del peso bruto neto del tanque a Materia Prima, te lo llevas ahora mismo¨.

Zoila regresó a Bauta con la buena nueva y todos se aprestaron a ayudarla de inmediato, incluso hasta con aportes financieros. Los bautenses, sin dudas, querían que otro tanque, si no igual por lo menos semejante, se levantara en el lugar del tanque caído y destrozado por el Charly. Intención vana la de Zoila Díaz. La burocracia, como siempre, terminó arruinando su esperanza y, de seguro, la de miles de bautenses con residencia en el municipio y fuera de este.

“Es verdad que al tanque de La Dependienta le falta la tapa, pero estoy segura que los artistas de este pueblo se la hubieran construido”, dice compungida y a la vez orgullosa esta mujer mientras me muestra las décimas que la poetisa Idalmis…dejó escritas en un doile: Casi en la curva el metal/era una blanca paloma/la nostalgia se me asoma/al no verlo en el umbral./Un accidente abismal/se lo llevó de repente/pero ahora en el presente/reponerlo nos conviene/porque este pueblo no tiene/la culpa del accidente.

Mientras Zoiia sueña más con el tanque emblemático de Bauta que con su propio tanque, los artistas siguen llegando a su buscar refugio en su guarida, a dejar frases, nombres y dibujos sobre las paredes de un sitio que, como la misma Zoila asegura, “más que mío, es de ustedes¨.

Paladar El Tanque en pleno fiestón

Cirilo, el alemán

Cirilo, el alemán

Cirilo, el alemán

Por Miguel Terry Valdespino

¿Qué se han creído estos negros?, dice amargado hasta los tuétanos un vecino de Bauta que ve cómo en las manos negras de su vecino aterrizan las beldades blancas más codiciadas de toda la comarca. ¡Pobre tipo!, dicen las mujeres que lo escuchan hablar, esa envidia viene porque a él, blanco y todo como es, no se le pegan ni las cucarachas.

A mi amigo Cirilo Sevillano, un negro de más de seis pies, “amigo de sus amigos y generoso de amores”, como diría Neruda, puede sucederle otro tanto. Sabe elegantemente acorralar a la presa y darles el golpe letal con una rosa o una frase galante que desde hace siglos no escuchan. Si el vecino de Bauta, o de otros lugares que no se llaman así, conocieran la suerte de Cirilo cada vez que dispara al corazón de una hembra, entonces sus ladridos fueran de historia.

Pero el amor grande de Cirilo, el irrepetible, es una alemana llamada Lydia Schotz, una mujer con un talento inmenso, ahora trabajando en Bolivia en pro de gente humilde, capaz de hablar tan bien el castellano que puede corregirlo perfectamente a cualquier hispanohablante que lo hable con errores, y nunca anda de hotel en hotel, sino de casa en casa, bebiendo con un regusto nada sospechoso nuestro café mezclado con chícharos y etcétera, y degustando cualquier comida cubana que le planten delante, lleve chícharos, croquetas o soya en abundancia.

Cirilo, cubano total y de a pie, hombre que, pese a las reiteradas invitaciones, jamás ha querido poner un pie en Alemania, es ahora chofer de ambulancias y también fue futbolista, y las huellas de este deporte, si bien quedaron grabadas en su corazón, también quedaron grabadas en sus rodillas como una marca indeleble y dolorosa. Camina ahora con las piernas un tanto torcidas y ni todos los ortopédicos del mundo podrían sacarlo de este estado, del cual Cirilo parece burlarse mientras camina kilómetros y kilómetros cada día de su existencia.

Ahora disfruta del Mundial de Brasil y, como no puede asirse a las victorias de un imposible once cubano, decidió que su corazón estaría con Alemania. “Pero, negro, cómo es eso de que le vas a Alemania, los alemanes crearon los campos de concentración, y si quemaron a millones de judíos, a los negros también los hubieran achicharrado”, le dice alguien que apostaba por España, sin saber que los campos de concentración los inventaron en Cuba a finales del siglo XIX….los propios españoles.” Si tú le fueras a Brasil, sería más lógico” , le dice otro que desconoce las mieles de Brasil con los horrores de la esclavitud hasta el mismísimo 1888.

Yo, que apenas conozco de fútbol, pero no armo preferencias y rencores a partir de pretextos “históricos” que no vienen a caso, prefiero recordar el amable corazón de Lydia, un corazón que va tocando de puerta en puerta en Caimito, para tomar un café cubano (del peor, aunque ella jura lo contrario) con los viejos amigos y conversar largo y tendido, sin apuros, con todos ellos, poniendo siempre por delante un sol de sinceridad que ya resulta difícil hallar en este planeta. Es algo muy fuerte que anida dentro de ella y también de Cirilo, hombre con la casa abierta de par en par para quien necesite pasar la noche, tomarse un baño, comer un bocado, beber un refresco o un vaso de agua fría…a cambio de nada.

Solo por estas razones, por estas razones que encabeza Lydia, la justa mitad de Cirilo, vale la pena que el moreno grite, como ya lo hace, ¡Alemania campeón del mundo!… ¡Ah! Una pequeña aclaración: Si alguna alemana grita en un Clásico de Béisbol, ¡Cuba campeón mundial, ya ustedes saben quién es.

El Taco

Por Miguel Terry Valdespino

Juan-Carlos-Muñoz-AlfonsoCuando se trate de poner la mano sobre el lienzo, Juan Carlos Muñoz (El Taco) pone la mano de Dios. Es un genio a la altura de los grandes maestros españoles de la pintura, dice el joven pintor Oslier Pérez, y no tengo cómo desmentir a Oslier, y es un tipo un tanto delgado para su edad, quizás porque fuma mucho, y trasnocha demasiado con mujeres (con las mujeres que pinta en sus cuadros, aclaro), pero es también el hombre que, desde apenas unos meses, a las puertas del VIII Congreso de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac), tomó las riendas de esta organización en la provincia de Artemisa, bajo la esperanza de aquellos que marcaron la boleta por él y la interrogante de aquellos que la marcaron por otro candidato.

En apenas unos meses es muy difícil evaluar la gestión de un hombre en un cargo. Aunque siempre salen indicios tempranamente acerca de si el hombre en su nueva función dará la talla o si resulta ser más de lo mismo: un perfecto charlatán cierra caminos.

Con El Taco, hombre dispuesto a pintar y dispuesto al diálogo siempre, ha tenido la Uneac en Artemisa   la posibilidad de revisitar sus coordenadas y entrar en una etapa de trabajo distinta, expresada a través de un mayor beneficio para aquellos creadores que integran sus filas y para la propia sede de la Uneac. Con su apoyo ha sido posible revalorizar el monto monetario de las becas de creación literaria y los premios, crear nuevos galardones literarios, expandir la cifra de conferencias en torno al arte, la literatura, la historia y la sociedad, remunerar la obra de destacados pintores artemiseños miembros de la organización, echar adelante, con todo el rigor y la universalidad posibles, el boletín artístico literario El Restaurador…

Decir que vivimos tiempos difíciles en Cuba es pura cacofonía. Pero aún así, existen seres humanos capaces de buscar siempre una solución para cada problema y no un problema para cada solución. El Taco parece de los primeros. Y cuando gente como esta existe, la esperanza, pese a todo, es inevitable. No impone, conversa. No pinta castillos en el aire, pinta la verdad con matices. No acude a la retórica, habla siempre en buen cubano, aunque la sangre colombiana de sus ancestros le corra por todas partes. Tomó el batón de relevo que le entregó el veterano repentista campesino Renito Fuentes, aquejado por mil dolencias del cuerpo, y ahora tendrá que correr un tramo durísimo de la carrera.

Ese es El Taco, el que lleva a muchos a decir mientras miran consternados sus cuadros fabulosos, ‘’ Este tipo no necesita ser presidente de la Uneac’’.   Pero es el Presidente y sabe escuchar y convencer y   estimular la obra de los otros… y tiene sueños donde involucra a todo el que pueda aportar desde una gota de talento hasta un océano completo de luz.

Hoy, El Taco pinta menos sobre el lienzo. Pero ha decidido pintar con nuevos colores la obra que hoy dirige….tal vez el lienzo más difícil de toda su carrera.

La magnífica bodega de Carlos

Por Miguel Terry Valdespino

Un día antes de la cita con poetas de medio mundo en un lugar de San Antonio de los Baños llamado El Bosque Martiano, un sitio “bucólico pastoril” donde están sembrados todas las plantas y árboles que apunta José Martí en su Diario de Campaña, el pintor y ahora escritor Denys San Jorge me confesó sin mucho protocolo que sería yo el encargado de abrir aquella cita, nada más y nada menos que leyendo un poema de Carlos Jesús Cabrera, el poeta, narrador y amigo recientemente fallecido, un mazazo que aún nos sigue retumbando en los oídos y el alma. Por desgracia, la velada quedó suspendida “por falta de transporte”, “malanoticia” automotriz que ya no asombra en los predios de la cultura, y quedé con las ganas de leer el poema que me habían destinado para la ocasión. ¿Cuál era? No lo sé todavía.

Carlos había publicado en vida dos poemarios, El restaurador anónimo y La carne transparente, cual de los dos mejores, y no sé de cuál de ellos en realidad hubiera sido la elección de la cita en El Bosque, pues los lectores de uno y otro dividen sus preferencias. A mí, en lo personal, me asombra el talento de este hombre para escribir, en El restaurador anónimo, notables poemas a partir de los productos de una libreta de abastecimiento…o racionamiento, término que suele variar según el color político de quien mire la dichosa cartilla, y hacerlo sin acudir al lugar común, a la chanza, el humor, el elogio (¿el elogio!!!) y la baratija verbal.

Al leer estos poemas, uno dice: “¡Coño, hermano, este escritor era grande!”. Casi un genio, diría su coterráneo Emilio Ichikawa. Sí. Lástima que la crítica no se haya dado por enterada. Pero como bien asegura nuestro amigo común, el poeta Roberto Manzano, ¿de qué se da cuenta la crítica literaria en Cuba? Tal vez de que están vendiendo papas en el mercado de Cuatro Caminos. ¿Dije papas? Oye, Carlos, viejo, esta manía de hablar de “la jama” hasta poetas nos vuelve. Cuando se tiene talento, hasta la desinflada bodega cubana se vuelve un pretexto maravilloso.

Tu aroma vivificante (Pan)

Cuánto diente naufragado en saliva

sin un trozo de tu madera

para asirse.

Cuánta frenética mordida en el vacío

donde pudo estar tu aroma vivificante,

tu crujiente corteza, tu tibia masa.

Cuánto vientre fermentado,

cuánto ojo amarillo como el fuego,

segador que en el horno te cuece.

Cuánta mano obesa que te despedaza,

te arroja, te desperdicia.

 

Con su velo de polvo (Arroz)

No hay en tu transparencia,

en tu velo de polvo,

en tu diminuta maravilla

huellas de fango,

de los infinitos cenagales

donde los pájaros

siegan con su pico

las espigas y sucumben

bajo las navajas de la pólvora y el plomo,

donde los peces estiran

como telescopios los ojos

en busca de la luz.

No hay rastro de los pies semidesnudos

acopiando tu hermético amarillo:

Cáscara del sol, corteza del oro,

el hambre que se viste de pompa,

la pobreza que se engaña a sí misma

con relumbre de astro y joya.

Como tampoco hay el cansancio, el agotamiento

del hombre y de la bestia

que en sus oficios

y en su desvalimiento y en su desamparo

se confunden,

ni la geometría guillotinesca de la máquina,

ni la distancia,

la profunda distancia,

a la vuelta de este mundo tan vasto

tan diminuto, tan transparente

como uno de tus granos

con su velo de polvo.

Y pudiéramos agregar otros poemas de El restaurador anónimo. Pero al menos por hoy cerramos la bodega…literaria.