Por Miguel Terry Valdespino
Cuando se trate de poner la mano sobre el lienzo, Juan Carlos Muñoz (El Taco) pone la mano de Dios. Es un genio a la altura de los grandes maestros españoles de la pintura, dice el joven pintor Oslier Pérez, y no tengo cómo desmentir a Oslier, y es un tipo un tanto delgado para su edad, quizás porque fuma mucho, y trasnocha demasiado con mujeres (con las mujeres que pinta en sus cuadros, aclaro), pero es también el hombre que, desde apenas unos meses, a las puertas del VIII Congreso de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac), tomó las riendas de esta organización en la provincia de Artemisa, bajo la esperanza de aquellos que marcaron la boleta por él y la interrogante de aquellos que la marcaron por otro candidato.
En apenas unos meses es muy difícil evaluar la gestión de un hombre en un cargo. Aunque siempre salen indicios tempranamente acerca de si el hombre en su nueva función dará la talla o si resulta ser más de lo mismo: un perfecto charlatán cierra caminos.
Con El Taco, hombre dispuesto a pintar y dispuesto al diálogo siempre, ha tenido la Uneac en Artemisa la posibilidad de revisitar sus coordenadas y entrar en una etapa de trabajo distinta, expresada a través de un mayor beneficio para aquellos creadores que integran sus filas y para la propia sede de la Uneac. Con su apoyo ha sido posible revalorizar el monto monetario de las becas de creación literaria y los premios, crear nuevos galardones literarios, expandir la cifra de conferencias en torno al arte, la literatura, la historia y la sociedad, remunerar la obra de destacados pintores artemiseños miembros de la organización, echar adelante, con todo el rigor y la universalidad posibles, el boletín artístico literario El Restaurador…
Decir que vivimos tiempos difíciles en Cuba es pura cacofonía. Pero aún así, existen seres humanos capaces de buscar siempre una solución para cada problema y no un problema para cada solución. El Taco parece de los primeros. Y cuando gente como esta existe, la esperanza, pese a todo, es inevitable. No impone, conversa. No pinta castillos en el aire, pinta la verdad con matices. No acude a la retórica, habla siempre en buen cubano, aunque la sangre colombiana de sus ancestros le corra por todas partes. Tomó el batón de relevo que le entregó el veterano repentista campesino Renito Fuentes, aquejado por mil dolencias del cuerpo, y ahora tendrá que correr un tramo durísimo de la carrera.
Ese es El Taco, el que lleva a muchos a decir mientras miran consternados sus cuadros fabulosos, ‘’ Este tipo no necesita ser presidente de la Uneac’’. Pero es el Presidente y sabe escuchar y convencer y estimular la obra de los otros… y tiene sueños donde involucra a todo el que pueda aportar desde una gota de talento hasta un océano completo de luz.
Hoy, El Taco pinta menos sobre el lienzo. Pero ha decidido pintar con nuevos colores la obra que hoy dirige….tal vez el lienzo más difícil de toda su carrera.